El problema a escala local

La energía ha de ser generada, acumulada, transformada y transportada para ser consumida por personas, fábricas, maquinaria... en las diversas formas de luz, calor, fuerza y trabajo principalmente. Los costes económicos y medioambientales inherentes a este proceso son reducidos en función de la cercanía entre el centro de producción y el del consumo final. Del mismo modo, del uso que se haga de esta energía va a depender una mayor o menor exigencia de su demanda. Como consecuencia de esto, un uso ajustado de la energía, limita tanto el consumo como la producción.

En una visión global, en la que la energía es un mero instrumento al servicio del desarrollo y en la que éste se encuentra ligado al bienestar, el incremento de aquella significa un aumento de éste, y por tanto, cuanto más elevada sea la producción y el consumo de energía mayor será el bienestar de la sociedad que lo consume.

Las sociedades industrializadas quieren disponer también de un medio ambiente saludable, y por ello, intentan minimizar al máximo las consecuencias ecológicas que implica una producción energética con fuentes tradicionales. Por ese motivo, la apuesta que se realiza en estos tiempos es la de favorecer el ahorro de energía mejorando la eficiencia en los productos de consumo, habitabilidad, procesos industriales, transporte,..., a la vez que se emplean sistemas de limitación del consumo mediante diferentes dispositivos eléctricos, e incluso se buscan formas de aprovechamiento energético con el uso de sistemas de cogeneración, de forma que la energía desprendida en los procesos de transformación sea reutilizada, evitando así un mayor gasto en la producción. Todo esto acompañado de campañas institucionales-gubernamentales de difusión acerca de la necesidad del ahorro energético, y sensibilización sobre los hábitos de consumo.

Los países industrializados, con el fin de evitar una dependencia energética hacia terceros, y favoreciendo la cercanía geográfica entre la producción y el consumo, también abogan por una diversificación de las fuentes de energía, de forma que sea posible lograr un autoabastecimiento mediante sistemas productivos endógenos.

Con todo ello, se logra minimizar los costes ambientales, manteniendo los mismos niveles de "bienestar alcanzados", reduciendo en parte la contaminación, y se da cumplimiento a acuerdos internacionales de conservación del entorno.

Pese a todo, se siguen sin solucionar los grandes asuntos pendientes del agotamiento de los recursos, y de la supresión total de los actos que provocan la problemática ambiental. Del mismo modo que se obvia el abordar una solución a la desigualdad energética entre los distontos países.

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